Dijo el poeta Baudelaire que una noche el alma del vino cantaba en las botellas un canto de luz y fraternidad; necesitado de la ardiente colina, del penar y sudar bajo un sol abrasador para engendrar la vida, para dar alma la vid.

El alma del vino no se produce con la técnica, sino que el vino nace en el viñedo. El diálogo que la planta mantiene con la naturaleza es donde el vino expresa su lugar de origen. Este concepto al que los franceses llaman terroir, en español se traduce como “terruño” y define algo más hondo que una denominación de origen. Este tipo de clasificación implantado en España ha sido eficaz para diferenciar los vinos según su origen. Sin embargo, tal y como defienden más de 150 miembros del sector entre productores, periodistas o comerciantes en el Manifiesto Matador a favor del terruño, el sistema de denominación de origen no es capaz de distinguir los suelos y los países de un vino, ni abanderar la doctrina de la calidad de un conjunto de agentes naturales. No hay dos viñedos de una misma denominación con el mismo clima y las mismas castas igual, pues su categoría radica en las características del suelo. Aunque, no hay que olvidarse de aquellos que con sus decisiones de modo de cultivo esculpen el terruño durante sus años de trabajo. Como Rafael Cañizares, enólogo y propietario de Bodegas Volver, quien habiendo respirado a lo largo de cuatro generaciones el amor por el viñedo y la viticultura, considera que para hacer un buen vino es necesario trabajar desde el viñedo, cuidándolo para conseguir una uva sana con buena maduración. Además, en cada uno de sus vinos defiende que es esta uva la que asegura con su maduración la calidad, redondez y estructura, y la poca producción aporta color y complejidad.

En España tenemos la historia, los sitios, los productos y la pasión para vender los vinos por su personalidad y para ello, hay que tener en cuenta su germen, el terroir que deriva de un conjunto de agentes naturales como el suelo, la topografía o el microclima. Este tipo de vinos ofrecen un valor añadido, un carácter que no lo puede dar otro sitio del mundo, el sabor del paisaje, la tierra donde nació. Una demostración de la importancia de trabajar con buena materia prima acompañando las decisiones de producción y elaboración del bodeguero porque es verdad eso de que de que con una buena uva se hace buen vino.