“Un buen vino, comienza con un buen viñedo” nuestro enólogo Rafael Cañizares tiene muy presente que el cuidado de la vid es esencial para la creación de un vino. Sin embargo, en cuestión de matices no hay que olvidarse que la madera de las barricas desempeña un papel fundamental en el envejecimiento del vino. La barrica oxigena lentamente el vino y lo enriquece con texturas y aromas.

Una de las mejores maderas para el vino de crianza es el roble de bosque francés, proveniente de Francia. A diferencia del roble americano, aporta otro tipo de aromas a los vinos y sus cualidades se transmiten de manera lenta y equilibrada con el resultado de unos vinos más elegantes.

Una vez elegida la madera y cortada la duela de los árboles, la dejan secar al sol durante 2 o 3 años para que los sabores herbáceos desaparezcan y no aporten esos tamices al vino. Posteriormente, cada tonelero le da su tostado particular. Existen cuatro tipos de tostado:

  • Tostado ligero: notas de vainilla y coco.
  • Tostado medio: notas más complejas y equilibradas de especias, ahumados y chocolate.
  • Tostado fuerte: Aumentan las notas de ahumados.
  • Tostado muy fuerte: Prevalecen las notas de tabaco y ahumados.

Cada vino tiene un carácter diferente que depende del tostado que se le dé a la barrica. A un vino más potente le irá una barrica más fuerte, con mayor tostado y potencia, y a los vinos suaves o blancos, un tostado ligero o medio para que la barrica no aporte mucha madera al vino.

El último paso, es el reposo del vino en las barricas. Una barrica bordelesa de roble francés puede llegar a absorber en 6 meses un 5% del vino, por lo que es necesario unos controladores de humedad que puedan bajar ese porcentaje a un 2%.

En Bodegas Volver apostamos por esta barrica de roble francés para la crianza de nuestros vinos. Unos vinos con personalidad que se caracterizan por sus aromas de especias, clavo, ahumados; aromas más complejos que el roble americano en el que predominan la vainilla y el coco.